sábado, 17 de agosto de 2013
Soy una especie de baraja, de naipe antiguo e incógnito, la única que queda del mazo perdido. No tengo sentido, no sé de mi valor, no tengo con qué compararme de algún modo, no tengo nada que sirva para que me conozca. Y así, en imágenes sucesivas en las que me describo -no sin verdad pero con mentiras-, voy quedando más en las imágenes que en mí, diciéndome hasta ya no ser, escribiendo con el alma como tinta, útil tan sólo para escribir con ella. Pero cesa la reacción y de nuevo me resigno. Vuelvo en mí a lo que soy, aunque yo no sea nada. Y algo así como lágrimas sin llanto arde en mis ojos secos, algo así como angustia que no hubo me oprime dispersamente la garganta seca. Pero entonces ya ni sé que fue lo que lloré, en el caso de que hubiera llorado, ni porqué fue que no lo lloré. La ficción me acompaña como mi propia sombra. Y lo que quiero es dormir.
Pessoa
Ladies and Gentlemen, meine Damen und Herren, Señoras y Señores... Mesdames
et Messieurs, bienvenidos a este barco, a esta ciudad flotante que se
parece en todo y por todo al Titanic, calma, permanezcan sentados, el
señor del fondo se ha tocado, lo he visto perfectamente, bienvenidos al
océano, por cierto, qué hacen ustedes aquí, me apuesto lo que sea a que
tenían a sus acreedores pisándoles los talones, llegan con unos treinta
años de retraso a la fiebre del oro, querían ver el barco y luego no se
han dado cuenta de que había partido, han salido un momento para comprar
cigarrillos, en este mismo instante su esposa está con la policía,
diciendo que era un buen hombre, normalísimo, ni una pelea en treinta
años... En fin, ¿qué demonios están haciendo aquí, a trescientas millas
de cualquier jodidísimo mundo y a dos minutos del próximo ataque de
vómito? Pardon madame, bromeaba, fíese usted, en este barco se va como una bola sobre el billar del océano...
Alessandro Baricco
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